La escritora, Jumi Bello, había llegado a las etapas finales de la publicación de su libro cuando admitió haber cometido plagio.
Plagio es una palabra intimidante. Contundente como el golpe recio de un batón. O como los nombres de algunas enfermedades terminales o plagas. Desde la antigüedad Romana, cuando el poeta Marcial levantó reclamos sobre el uso de sus poemas sin los correspondientes créditos, el plagio ha confluido desde los tinteros y los instrumentos de escritura hasta los teclados. El poeta Fidentino habría declamado y reclamado autoría de unos trabajos de Marcial, incitando a que el agraviado lo llamara "plagiarus", o el que secuestra algo.
La anécdota data del año 80 antes de la era común, y no constituiría un delito hasta casi 1,600 años después.
Lo cierto es que la originalidad entonces no era tan preciada como la destreza, el manejo, la manipulación del texto sin importar la fuente de su procedencia. Cervantes escribió Persíles y Segismunda, la que consideraba su obra maestra por encima de El Quijote, y la historia es un calco evidente de Los etíopes, de Heliodoro, que cuenta los amoríos entre Cariclea y Teágenes. Henry Fielding escribe Shamela como parodia de la novela Pamela, de Samuel Richardson, que a su vez dialoga con Moll Flanders, de Daniel Defoe, que a sustrae material de La Princesa de Montpensir, escrita de manera anónima en 1659 por quien consecuentemente sería conocida como Madame Lafayette. Hasta aquí, la historia de la novela moderna no podría separarse de la parodia, que es un modo de apropiación cuyo medio de explotación abona a la resignificación del objeto parodiado.
Pero la apropiación artística cruza la núbil línea divisoria entre el plagio y la parodia. La balanza se inclina hacia un lado o el otro en base a la intencionalidad de la apropiación.
Así, Jumi Bello escribe una novela titulada The Leaving que debutaría con bombos y platillos durante el verano de 2022, cuando la obra estaba programada para ser lanzada por Riverhead Books. Quizás por presión personal o quizás por cargo de conciencia, Bello se ve precisada a admitirle a su editora que la autora se había plagiado partes significativas del libro.
No resignificadas, sino plagiadas.
Invitada a colaborar en Literary Hub, Bello escribe un ensayo donde admite todas las fuentes a las que acudió y reprodujo textualmente en su novela. Y hasta aquí la historia parece encaminada a una admisión precedente al arrepentimiento que redime y consigue el perdón. Pero no. Semanas después de publicar el ensayo, Bello tuvo que admitir lo que otros escritores en línea se habían apresurado a detectar: la sección en donde Bello explica el plagio, pues, era muy similar a otro párrafo sobre el plagio que había sido publicado en un sitio web llamado (wait for it...) Plagiarism Today.
Como si se tratara de un virus letal, muchos y nuevos litigios se reprodujeron por todas partes.
Su novela The Leaving, cancelada ya por su casa editora, trataba sobre el embarazo inesperado de una joven negra y Bello, como nunca había estado embarazada, recurrió a buscar información y descripciones más ricas del embarazo en línea.
El ensayo, que también fue cancelado por Literary Hub, narraba su historia con la enfermedad mental y las presiones de dar a prensas una obra príncipe, lo que la había llevado a permitirse la falta ética de copiar el trabajo de otra persona.
Bello tuvo que devolver el adelanto de regalías que la editora le había facilitado, que sumaba a casi $100,000.
En la era del cut and paste, el sampling, la reapropiación y la atomización de unidades narrativas resignificadas en memes, Reels, TikToks y retuits, nos aproximamos a un nuevo horizonte de trabajos literarios, arte gráfico, fotografía, música y otros medios artísticos que van a bisecarse, entrelazarse y fagocitarse mutuamente de maneras inéditas que nos devolverán a la pregunta platónica: ¿dónde está el original verdadero?
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