Desde un sincretismo lírico, Kamau Brathwaite invoca la memoria histórica con un acercamiento que es tanto metalingüístico como metatextual. En todo caso, su obra The Arrivants no existe sin el sistema referencial-cultural que le preexiste.
Ser antillano es siempre resistirse a la partida, aunque nos vayamos, pues siempre andamos llegando. Siempre estamos en movimiento. Es la manera de conservar las cosas unidas. Siempre somos los recién idos, pero también los recién llegados. Y es en esa dimensión que se plantea el poemario The Arrivants (1973), la obra magnánima del poeta barbudense Kamau Brathwaite (1930-2020), quien persigue lineamientos poéticos de estética creole para romper con el viciado legado del lenguaje inevitable e impuesto, y cuyo manejo determina el relativo blanqueamiento (o no) del sujeto colonial. Desde la óptica de Fanon, hablar es existir absolutamente para el otro.
Sobre todo, ¿cómo se puede ser más allá del lenguaje?
Desde un sincretismo lírico, Brathwaite invoca la memoria histórica con un acercamiento que es tanto metalingüístico como metatextual. En todo caso, The Arrivants no existe sin el sistema referencial-cultural que le preexiste. Es decir, es lenguaje que habla del lenguaje mismo tanto como habla de tradiciones literarias exógenas a la realidad caribeña. Es un libro escrito por un sujeto postcolonial que, como el Calibán de La tempestad de Shakespeare, se encuentra hablando la lengua de su opresor.
Calibán. Siempre seremos Calibán.
Del tejido semántico de The Arrivants se sustraen los referentes bíblicos, el sentido de peregrinación y la ansiedad moderna, en este caso interpolada como búsqueda de la identidad.
Nada de esto es casual.
El primer libro traducido al idioma inglés, y que sirve de pozo de imágenes a toda una generación de poetas cortesanos, fue La Biblia traducida por John Wycliffe; el primer libro impreso bajo los avances de Guttengerg fue La recuyel de las historias de Troya, traducido por William Caxton; y el primer libro publicado en inglés fue Los cuentos de Canterbury, donde los personajes de Geoffrey Chaucer hilan el texto mientras peregrinan. Es el inglés el idioma del que se apropia Brathwaite y creoliza.
The Arrivants es, precisamente, un libro que está en constante peregrinación, conversando con la civilización occidental y resemantizando los espacios bíblicos en un esfuerzo por criollizar un lenguaje-nación (el lenguaje es un espacio geográfico), donde la renovación léxica y los juegos tipográficos (otro modo de replantearse el espacio) saltan a la vista en un modo de poesía minimalista en verso, fragmentada, llena de voces, pero extensa en su unidad y flujo. Compuesto en tres movimientos, titulados «Ritos de pasaje», «Máscaras» e «Islas», The Arrivants, como totalidad, se modela desde La tierra baldía, de T.S. Eliot, quien pregonaba la despersonalización de la poesía y exigía la disolución del poeta en las voces que invocaba.
En el libro, la ruptura toma formas de continente fragmentado, en tanto Brathwaite peregrina hacia África como máquina deleuziana cargada de sentidos y que avanza para producir una identidad que recupere la memoria colectiva. Es el bardo africano que peregrina en lenguaje y música hilando una historia. Es tanto un mecanismo de inscripción como es artilugio de fuga. Una máquina deseante. Como viaje o peregrinación, es posible porque existe un mar; y el mar es el manto más de que lo separa.
En «Canción obrera y blues», preludia con cantos, gritos, gemidos y sueños un comienzo genesíaco invoca a los desiertos africanos del mismo modo que Juan Antonio Corretjer reapropia el lenguaje de la creación en «La tierra», incluido en Alabanza en la torre de Ciales. Aquí hay historia de islas que se repiten (Benítez Rojo), islas que, como poetiza Raquel Salas Rivera, fueron volcán primero. Lo transiente deteriora y decae, pero solo queda hacer una cosa: «Construye, construye/ de nuevo las nuevas/ villas…», y luego implora por fuerzas y determinación ante una inteligencia superior llamada Dios. «Un nuevo mundo vendrá», reza el título de un próximo poema.
The Arrivants es libro donde la migración es incitada por la precariedad de aquello que rodea a los hablantes. Uno de los protagonistas del libro, el Tío Tom, dialogo tanto con Harriet Beecher Stowe (La cabaña del tío Tom) como lo hace con Tiresias, el clarividente ciego del poema de Eliot. «Nosotros, los que no hemos logrado nada/ trabajamos» es un verso del poema «Tom», en el cual prosigue: «nada/nada//déjame cantar/ nada/ahora//déjame recordar/nada/ahora». La reverberación acústica proviene, nuevamente, del segmento titulado «El sermón del fuego» en el poema de Eliot, donde «[…]puedo conectar/nada con nada/Las uñas rotas en manos sucias/Mi gente humilde que espera/nada».
El personaje de Tom se inclina a olvidar, porque es objeto de burlas, de trabajo esclavizador y de sometimiento a leyes que desconoce. El libro entero pugna con el olvido, porque su opuesto, que es la reconciliación el pasado, es imposible.
En su poema «Calibán», Brathwaite dice: «Noventa y cinco por ciento de mi gente es pobre/ Noventa y cinco porciento de mi gente es negra/ Noventa y cinco por ciento de mi gente está muerta».
Calibán, el caníbal, el caribeño, el que habla y maldice en la lengua del opresor, ahora también puede escribir. Ya no es un Caribe sin historia. Ahora puede escribir una.
Y eso también es una forma de reconciliación como antídoto para el olvido. La reconciliación siempre es presente para avanzar hacia un futuro, y nunca olvidar la «llama peregrina del hierro de marcar» que nos enseña sobre el dolor.
Publicado en Nagari el 01/11/2021
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