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  • Foto del escritorElidio La Torre Lagares

Contar cuentas, o contar cuentos

Actualizado: 1 may

Díaz juega con las complejidades de la fiabilidad del texto, explorando la manera en que los narradores son manipulados por los autores para moldear las percepciones de los lectores con el fin de crear efectos narrativos específicos.



La novela Trust, del escritor argentino Hernán Díaz, establece desde su título que entramos a un ingenioso sistema de juegos semánticos. El vocablo inglés del título, Traducida al español como Fortuna(Anagrama, 2023), se abre a múltiples posibilidades. Como adjetivo, apunta hacia aquello que es digno de confianza, algo que no se cuestiona debido a su presencia en la certeza misma. Como sustantivo, en el contexto bancario, el «trust» (o fideicomiso) se refiere a una estructura legal y financiera donde una persona o entidad transfiere la propiedad de ciertos activos (dinero, propiedades, inversiones, etc.) a otra persona o entidad (el fiduciario o trustee). El fiduciario se convierte, entonces, en el encargado de administrar y gestionar dichos activos en beneficio de una tercera persona o grupo de personas (los beneficiarios), de acuerdo con los términos y condiciones establecidos en el fideicomiso.

La brillantez de este texto radica, en gran medida, en que, por un lado, se erige como una narración que se sumerge en la historia de la riqueza en Wall Street y sus protagonistas; pero por otro, se convierte en un vasto juego literario donde las historias funcionan como «legal tenders», es decir, monedas con el poder y la obligación legal de ser aceptadas como medio de pago en una jurisdicción determinada, consignadas como el régimen de la lectura. En otras palabras, el narrador se erige como la entidad que transfiere la verdad que se relata al lector, asumiendo el rol del fiduciario. Así, Díaz cruza el lenguaje propio de las finanzas y las transacciones monetarias para reinterpretar las relaciones narratológicas que habitan en el seno del texto. Más que una historia sobre el acrecentamiento de capital monetario, es la historia de la manufactura de nuestras ficciones de vida.

Ahora, ¿quién ve y quién cuenta?

Díaz juega con las complejidades de la fiabilidad del texto, explorando la manera en que los narradores son manipulados por los autores para moldear las percepciones de los lectores con el fin de crear efectos narrativos específicos. Es lo que hace el mundo de las finanzas, después de todo.

Trust compila cuatro manuscritos en distintos estados de desarrollo, entrelazando múltiples versiones en torno a la historia de un empresario de Wall Street y su esposa en los años previos a la Gran Depresión. El primordial de estos manuscritos, bajo el título de “Bonds”, nos sumerge en la figura de Harold Vanner, un magnate reservado que logra aglomerar una colosal fortuna durante el cataclismo del mercado de valores en 1929. En el apogeo de su éxito, emerge como autor de un exitoso best seller, mientras que su esposa, de manera trágica, se ve abatida por una enfermedad mental durante su estancia en Suiza.

A partir de esta sección, entramos en lo cautivador del libro.

Trust adopta una estructura en cuatro partes, cada una con una forma narrativa distintiva. En la novela que escribe Vanner, por ejemplo, se nos presenta la historia de los personajes Benjamin y Helen Rask, quienes son apenas veladas representaciones del propio Vanner y su esposa Mildred, figuras destacadas en el Manhattan de principios del siglo XX. A medida que la trama avanza, los Rask se vuelven más ricos y se aíslan progresivamente, hasta que la tragedia les golpea con el fallecimiento de Helen en un sanatorio suizo, sumida en la locura y la incoherencia. La novela «Bonds» desata un gran escándalo y atrae la atención general.

Es en la segunda sección, bautizada como “Mi Vida”, donde emerge la prosa escrita por el propio Andrew Bevel, y en ella el autor nos brinda su versión de los acontecimientos y su perspectiva sobre su existencia y logros. Sin embargo, esta sección se encuentra salpicada de capítulos y secuencias narrativas incompletas, como si las incertidumbres o las omisiones intencionadas del relato se revelaran tímidamente, pero con intención de dejarse notar. Ahí descubrimos que la hospitalización de Mildred no se debe a la locura, sino a una cruel batalla contra el cáncer.

En el terreno de la tercera parte, las memorias escritas por Ida Partenza, una novelista italoamericana que alguna vez fungió como la ingenua escritora fantasma del best seller de Andrew, emergen como una enigmática revelación. En este segmento, Ida comparte los recuerdos de su juventud, ambientados en la década de 1990, y al hacerlo, siembra nuevas dudas sobre la confiabilidad de las dos secciones anteriores. Su narrativa incorpora complejidades que tejen una trama aún más enigmática y ambigua que conducen a la cuarta y última parte, donde se presenta una fuente primaria, quizás compuesta de documentos o cartas (aunque no existe certeza al respecto).

Esta parte arroja luz, o, mejor dicho, sombras sobre las narrativas anteriores y replantear la comprensión que los lectores han desarrollado sobre los eventos y los personajes. Es en este cierre donde se encuentra la promesa de desentrañar los misterios y dar sentido a la intrincada trama que ha cautivado nuestras mentes a lo largo de la lectura.

En Trust no hay discurso directo; es decir, los diálogos no existen, por lo que la narración se dice desde el discurso indirecto que a veces raya en pasajes expositivos e informativos. El gran mandato de “mostrar, no contar” queda devaluado y en bancarrota y Díaz, como un gran banquero, se sale con la suya. La gran interrogante que queda es quién detenta la verdad. A estos efectos, la metáfora del dinero no puede ser más apropiada.

La prosa de Hernán Díaz nos sumerge en una intrincada trama que entrelaza el poder del dinero con el aislamiento emocional, incitándonos a reflexionar sobre la complejidad de la condición humana y sus vicisitudes en los momentos más oscuros de la historia.

Digo, ¿qué importa más? ¿Contar cómo los personaje se hacen ricos o contar el cuento de lo que cuesta hacerse rico?

Digamos que el dinero puede considerarse como un gran relato de ficción en sí mismo. La estructura acumula inquietudes a medida que los parecidos entre el mundo de la creación literaria y el mundo de las finanzas confunden. Trust, como el dinero, es todo mentira. Metáfora. Y es todo verdad.

El dinero viene al caso como ficción, ya que su valor y significado no están intrínsecamente ligados a un respaldo tangible, como lo estaría, por ejemplo, el valor de un bien físico como una casa o un automóvil. Es un signo. Un símbolo. Un token. Pero también es una convención social y un instrumento creado por los seres humanos para facilitar el intercambio de bienes y servicios. Como el lenguaje mismo. Como la literatura.

La estructura de Trust es un sistema capital en sí misma, contada con erudición y entrelazada por diversas formas narrativas, creando un relato multifacético que acrecienta intereses a medida que entra en temas de verdad, engaño y la naturaleza subjetiva de la narración.

A fin de cuentas, ¿quién cuenta? ¿O de quién es la cuenta?

Trust no lo resuelve, pero nos recuerda que el acto de contar confiere un registro de bienes, dinero o eventos significativos. Pero también contamos historias, y nos hacemos de ellas.

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