La novela, dice Knausgård, modula el mundo desde dentro, y lo deja abierto para que entremos en él. Su lugar es la experiencia, y la experiencia, como el dolor, es intransferible.
En La importancia de la novela (Anagrama 2023), Karl Ove KnausgÃ¥rd comenta que recordar lecturas es como recordar un dolor. Uno puede reconstruir lo que ocurre, pintar detalles impresionistas de los sucesos, pero nunca podemos repetir, en su esencia, los complejos procesos bioquÃmicos y eléctricos en el sistema nervioso que envÃan el mensaje de dolor. Es decir, podemos recordar lo que es el dolor, pero no el dolor en sÃ.
Para el reconocido escritor noruego, acercarnos afectivamente a la lectura de la novela es lo que mantendrá la constancia irreductible del género. Esa irreductibilidad, según Knausgård, corresponde con un desplazamiento hacia el interior, a un no-lugar o espacio intercambiable donde en la anonimidad compartida, nosotros (los lectores) nos encontramos.
Como autor de novelas autoficcionadas, KnausgÃ¥rd procede por poética de la relación proustiana. Su errancia es la complejidad de la existencia humana desde la experiencia de ser un escritor. Para KnausgÃ¥rd, la belleza es una cualidad de la existencia que nace y convive desde el mundo natural, que es decir desde lo mundano. Todo lo demás es domesticidad, incluyendo el gusto. Desde la novela, la lectura es acercarse a ese dominio de los saberes prelingüÃsticos. Pero es solo acercarse, y la manera que lo hacemos es por medio del relato.
La proposición principal que da pie a la reflexión de Knausgård no es otra que responder a la pregunta que solemos hacernos: ¿Es importante la novela?
Cuando dice importante se refiere a cierta vitalidad imprescindible necesaria para dar sentido a las demás cosas que hacemos; o, ¿acaso es una mera forma de entretenimiento? ¿una forma de capitalismo de las emociones?
La novela, dice KnausgÃ¥rd, modula el mundo desde dentro, y lo deja abierto para que entremos en él. Su lugar es la experiencia, y la experiencia, como el dolor, es intransferible. Por eso el lugar de la novela es irrepetible. Nada desplaza la relación Ãntima que provee la novela. Es lo que hace. Es como piensa. Es decir, la novela es un ente orgánico. E pur si muove.
Decir movimiento es decir búsqueda, y la novela, para KnausgÃ¥rd, consiste en hallar la senda hacia un rincón d onde aún no se ha delineado un panorama concreto, algo que en primer plano no parecerÃa extraordinario pues se vale del mismo lenguaje y las narrativas que configuran la realidad factual. Desde mi óptica, el punto más obvio suele ser el de mayor complicación. Hacer arte desde la novela realista, por ejemplo, no es reproducir lugares comunes, con personajes comunes desde ópticas idealizadas, sino que, de manera evidente, el autor debe forjar su perspectiva única sobre la naturaleza del mundo inherente a la obra literaria durante el acto de escritura.
La novela, que absorbe todo y todo lo aguanta, desova un interés abstracto que no tiene existencia concreta por si misma. KnausgÃ¥rd trae como ejemplo la obra de Claire Keegan titulada Pequeñas cosas como esta (Eterna Cadencia, 2021), donde el protagonista Bill Furlong se nos presenta como un mercader de carbón exitoso y que, en plena época navideña, como es de esperarse, goza de su mayor éxito comercial del año en un pueblecito irlandés cuyo principal panóptico de orden y observancia es un monasterio de monjas. La novela transita con estampas y conversaciones cotidianas (adeudadas con los Dublinenses, de Joyce) hasta que Furlong hace una visita de negocios al monasterio. Entonces, toda la poesÃa, la cotidianidad, los olores, los sabores, las texturas y colores descritos por Keegan quedan replegadas cuando el protagonista, mientras descarga su mercancÃa en el almacén del convento, encuentra una niña en condiciones infrahumanas y que es utilizada en la red de explotación de niñas conocida como "LavanderÃas de las Hermanas de la Caridad de MarÃa Magdalena" o "LavanderÃas de las Magdalenas", que estuvieron en funcionamiento en Irlanda desde 1920 hasta mediados de los 1990.
Furlong advierte el crimen de lesa humanidad. Pero calla. Toma el té con la Madre Superiora, conversa con ella, quien le extiende un generoso «aguinaldo» navideño, no sin antes humillar a la niña que Furlong rescata y devuelve al convento. La niña, incluso, le habÃa pedido que indagara sobre su bebé, a quien no veÃa hacÃa dÃas. Furlong no lo hace. Simplemente, toma el té y se marcha.
El horror que queda en Furlong también lo comparte el lector, porque la novela prosigue, llega la Navidad, los personajes van a misa y comparten cervezas y comida, pero tanto el protagonista como nosotros sabemos que en la oscuridad siniestra del convento y bajo la nieve, se sigue abusando de niñas inocentes.
Keegan no entra a explotar lo obvio. El abuso de niñas no es el tema principal de Pequeñas cosas como esta; tampoco es criticar a la Iglesia Católica por su participación criminal en un acto que, inclusive, fue avalado por el gobierno irlandés; no se trata de utilizar la novela como megáfono de denuncia, sino que, al final, Keegan nos amarra a la indignación de Furlong, su silencio, la irritabilidad creciente que todo el mundo nota y hasta hay quien conoce el origen de su rabia callada. «[T]enga cuidado con lo que vaya a decir sobre lo que pasa en ese lugar» le recomienda el personaje de Mrs. Kehoe. «Mantenga al enemigo cerca, al perro malo junto a usted y el perro bueno no lo va a morder».
Lo que sà destaca Knausgard es que Pequeñas cosas como esta, de Claire Keegan, más que crÃtica social, es una novela sobre la bondad. Y esa es toda la poesÃa: como la bondad acciona afectos en Furlong que el texto es capaz de transmitir.
Furlong volverá al convento. Entrará al almacén. Y encontrará a la niña abandonada allà de nuevo. La llevará a su hogar, donde Furlong vive con su esposa y cuatro hijas.
En la novela, quedamos convencidos, podemos incorporar cualquier idea abstracta sobre la vida, ya sea de Ãndole polÃtica, filosófica o cientÃfica, en el ámbito humano, donde no permanezca en solitario, sino que colisione con una multitud de impresiones, pensamientos, emociones y acciones.
La novela para KnausgÃ¥rd existirá porque puede lograr eso, y porque, como dirÃa D.H. Lawrence, siempre será incapaz de lo absoluto. Porque se mueve.