Esa propuesta sobre el ser / siendo / dejar de ser le da un carácter tentativo a todo. Afirma la contingencia de la palabra y de lo que ella oculta. La poesía tampoco es un edificio definitivo después de arribar a esta conclusión.
Por Mario R. Cancel Sepúlveda
La escritura de Elidio La Torres Lagares, otra vez, trasciende el ámbito de la poesía fácil y el mero acomodo de palabras. En Vicios de construcción se topa el lector con una valiosa propuesta sobre la naturaleza del ser. El poemario es una reflexión profunda sobre varios asuntos teóricos con un largo historial que nunca envejecen.
En este caso se trata de la discusión de una naturaleza que ya no lo es puesto que nunca ha estado allí independiente de la reflexión o la acción humana. En ciento modo, la discusión que aquí se acomete muestra al lector un ser que es un siendo. Esto sucede porque el ser siempre se niega o porque está guiado por una dialéctica inquieta que jamás se resuelve de manera definitiva. Nada queda fijo detrás de esta poética.
La calistenia extrema me deja la impresión de que se trata de algo más. Esta gimnasia o combate cuerpo a cuerpo en el núcleo del ser deja en el poema “quiebra” (19) la idea de que se deja de ser, de que algo se pierde en el proceso: “la capacidad de soñar” (19). En “rayo” (21) lo que se extravía es “la carne”. Adjunto a ello se deshace la fe y la vitalidad. El camino a la inercia está abierto.
Esa propuesta sobre el ser / siendo / dejar de ser le da un carácter tentativo a todo. Afirma la contingencia de la palabra y de lo que ella oculta. La poesía tampoco es un edificio definitivo después de arribar a esta conclusión. Esa situación de incertidumbre es lo que el poeta propone como la consecuencia (i)lógica de los vicios. La metáfora de la “carne movediza” (23)–sin consistencia, inconstante- afirma esa impresión de ausencia de solvencia que el poeta parece celebrar como un espacio inédito de libertad. Las “sílabas líquidas” –los textos- funcionan como una semilla vital otra vez.
El poemario es una bienvenida a la muerte de una tradición de pureza y estabilidad que resulta intolerable por su fatuidad y soberbia. Pero esta muerte ha perdido toda su majestuosidad y grandilocuencia. Se trata de un ser grosero que “se sirve de mi whiskey / enciende un cigarrillo” (15) como cualquier hijo de vecino de urbanización.
Los vicios aludidos son los defectos en la hechura del ser. También podría denominarlos pecados si apelo a otros contextos semánticos. Pero en ambos casos los vicios / pecados humanizan en la medida en que alejan a los seres humanos de la perfección. Somos humanos en la medida en que los padres míticos pecaron: violaron una orden autoritaria y se avergonzaron de su desnudez y se desearon. De otro modo, todavía los hombres y mujeres serían ángeles puros prisioneros de una perfección imposible de imaginar y, por lo tanto, insulsa e inadecuada. Si pecar humaniza, la vida en el pecado es la única posible e intentar otra cosa sería una forma de echarla a perder. Dios es el Demiurgo, otra vez. El catarismo medieval y la transvaloración nietzscheana han jugado con este dilema en numerosas ocasiones.
En cuanto se aplica esta metáfora procedente de las artes de la construcción a la invención de lo humano –y lo poético-, la inserción del protagonismo de los vicios deja al lector en un territorio nuevo. Los humanos son una invención defectuosa. La idea de la naturaleza perfecta que se ha dejado atrás ha perdido relevancia y se encuentra vacía. La perfección imaginada nunca estuvo allí. La ensoñación de esa utopía resulta ser un acto febril de acomodo ideológico, un acto camaleónico. Bajo esas condiciones nadie necesita de una identidad, ese estúpido parecerse a sí mismo que la modernidad añora pero a la vez destruye. El acto de imaginación activa se materializa en los poemas.
El poemario ocurre en tres tránsitos. Los Vicios estructurales afirman los defectos de los soportes de lo humano. En esa parte del poemario la memoria es fundamental y Adjuntas aparece con toda su fuerza como en buena parte de la obra de La Torre Lagares. Adjuntas es el vientre que se dejó atrás y al cual siempre se mira con angustia.
Los Vicios funcionales confirman el mal desempeño del papel que ha tocado a cada cual. Lo humano es mero homúnculo, garabato o boceto, anti-figura. Por fin, en Vicios de terminación se aclara que los esfuerzos por personalizar aquella obra imperfecta que funciona mal no están del todo perdidos ¿o sí? Se trata de la parte más vigorosa de la colección. “loop” (57) , “J.C.’s back” (66) y “ciudad” (73) son tres obras maestras. La poética de “loop” es clara: la poesía es “impostura” o fingimiento, pero la finalidad de “decirnos” está allí.
Quien busca un modelo de poesía en la postmodernidad, aquí lo hallará y se llama Vicios de construcción.
Publicado originalmente en Lugares Imaginarios: Literatura Puertorriqueña.
Nota de cierre: Mario R. Cancel Sepúlveda, quien fuera y seguirá siendo uno de los intelectuales de mayor actividad académica de los últimos años en Puerto Rico, falleció recientemente. Fue colega, amigo y, hasta en cierto punto, consejero. Compartimos en más de un comité de tesis y las conversaciones con él eran como asistir a un seminario o charla, sin la formalidad, pero con todo el compromiso. Siempre me preguntaba qué yo estaba escribiendo, sobre todo cuando en realidad yo estaba «retirado» de la escritura. Pero nunca le dije de mi abandono, aunque creo que siempre lo intuyó, y me inventaba libros y cosas que no existían entonces, y él me decía «No dejes caer tu escritura». Apenas la semana antes de fallecer hablamos sobre el libro de Giannina Braschi, Putinoika, del cual él se mostraba interesado en leer y me pidió que escribiera algo sobre mi participación en la presentación del libro. De su partida no tengo nada distinto que añadir a las expresiones que instituciones académicas, amigos cercanos y familiares han expresado. Lo que sí diré es que nada muere en la palabra y la memoria. Ya nos volveremos a ver, Mario.—ELTL
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