En el eje del libro se da un bosom de Higgs, o la partícula de Dios. Lo propulsa un deseo de trascender las limitaciones del lenguaje con el fin de atenuar una comprensión de lo humano, un tema recurrente en la obra de Zambrano.
En la física cuántica -esa otra forma de poesía- se conoce como campo de Higgs a esa entidad fundamental en la física de partículas que llena todo el espacio. Siendo campo cuántico, su comportamiento se regirá por los principios de la mecánica cuántica asociada con el bosón de Higgs, que es una partícula subatómica que desempeña un papel fundamental en la física de partículas al proporcionar una explicación de cómo ciertas partículas subatómicas adquieren masa, lo que es esencial para la formación de la materia tal como la conocemos.
En cierto sentido, se considera que esta partícula es esencial para entender por qué existen las masas en el universo, una pregunta fundamental en la física.
Entonces, me pregunto, ¿dónde reside el bosón de Higgs de la poesía?
Uno asocia más la poesía a la filosofía que a la física, por supuesto, pero, ¿acaso no son ambas intentos de entender y expresar el mundo?
Leer Los sueños y el tiempo (Siruela, 2004), de María Zambrano, una de las voces más influyentes en el panorama literario y filosófico del siglo XX, es como buscar un bosón de Higgs que de forma a la materia de las ideas. Dada a la reflexión profunda y lírica, la obra de Zambrano se distingue por este tipo de complejidades y riquezas de pensamiento que en su obra fusionan la filosofía, la poesía y la introspección en un diálogo fascinante.
Pero Zambrano, que conste, no atenta ni intenta crear un tratado de la física de la poesía. En todo caso, ¿una metafísica?
Siendo una de las voces más influyentes en el panorama literario y filosófico del siglo XX, Zambrano se da a la búsqueda del lenguaje preciso para alcanzar la profundiad de las ideas. Los sueños y el tiempo no es una excepción. El andamiaje pentagrámico de la obra se sostiene con los ensayos «La vida: sueño-vigilia», «La atemporalidad», «La génesis de los sueños», «Sueño y realidad» y «El absoluto de los sueños», que fluyen con la soltura, gracia y elegancia de la mejor prosa literaria.
Es en el eje del libro donde habita ese bosón de Higgs, o la llamada partícula de Dios. Lo propulsa un deseo de trascender las limitaciones del lenguaje con el fin de atenuar una comprensión de lo humano, un tema recurrente en la obra de Zambrano. Tenemos demasiadas respuestas, pero, ¿dónde están las preguntas?
Y como el bosón de Higgs, el pensamiento de Zambrano no fue un accidente. Surge, primordialmente, a partir del exilio de María Zambrano durante la Guerra Civil Española y la posterior dictadura de Franco, cuando Zambrano se vio obligada a abandonar su España debido a sus creencias políticas y su apoyo a la República.
Durante el exilio, que comenzó en 1939 y duró casi 40 años, Zambrano viajo por diferentes lugares de Europa y América Latina, he hizo estadía en Puerto Rico, como lo consigna Iliaris Alejandra Avilés-Ortiz en un receinte artículo académico. Inicialmente, Zambrano se estableció en Francia, donde continuó su labor intelectual y conoció a otros exiliados españoles, como Antonio Machado y Max Aub. En este período, Zambrano escribió ensayos que reflejaban su desgarradora experiencia de estar lejos de su tierra natal, como "España, sueño y verdad".
Su tiempo en el exilio es un epsacio de ensamblaje intelectual y maduración intelectual. En Los sueños y el tiempo, Zambrano aborda el tema desde múltiples ángulos, llevándonos a través de un viaje que explora la relación entre los sueños y la realidad, la conciencia y el tiempo. «No puede decirse que el que sueña está privado de la realidad, libre o fuera de ella absolutamente, sino que la padece; que está bajo ella; que no puede ni contenerla, ni ordenarla...lo que le permite tratar con ello adecuadamente, adecuadamente a sí mismo, a su propia condición-, desposeído de sí, enajenado en la realidad que le invade» dice (16).
Porque si la vida es sueño, es sueño que pide despertar. El sueño, dice Zambrano, pide realidad.
Los sueños, en la obra de Zambrano, se convierten en esa metáfora mítica del principio de los principios. ¿Qué llegó primero? ¿El sueño o la existencia? Consideremos que el pensamiento, como la luz, es información procesada en el cerebro.
Consideremos.
Para Zambrano, los sueños son mucho más que simples eventos nocturnos en nuestra mente; son portales a dimensiones desconocidas de nuestro ser. En estos sueños, Zambrano encuentra un terreno fértil para explorar la verdadera naturaleza de la realidad. La Matrix.
Zambrano argumenta que, en los sueños, nuestra mente se libera de las restricciones impuestas por el tiempo y el espacio. No hay cronotopía y Bajtín se queda medio desnudo en una esquina. El sueño se convierte en una fenomenología del sujeto privado de tiempo. Lo que se da entre sueños y el tiempo es, precisamente, la vida humana, donde el sueño es como el florar de un eterno presente y el tiempo solo sucede cuando cobramos conciencia de él. ¿Acaso Lennon no dijo que la vida es lo que te sucede mientras estás ocupado haciendo planes?
La conciencia es programación y, por tanto, nos puede engañar.
Por ello, en ese estado de ensoñación es donde experimentamos una libertad que rara vez encontramos en nuestra vida cotidiana. Los sueños, para Zambrano, son el lenguaje del interior, de ahí de donde somos, de la expresión de nuestros anhelos más profundos y la revelación de otra verdad que se oculta.
Por ello, si la conciencia es lenguaje y el lenguaje es tiempo, para Zambrano el hilo conductor que conecta nuestras experiencias no es una mera sucesión de momentos, sino una dimensión en constante transformación que influye en nuestra percepción de la realidad. Así, Zambrano nos insta a reflexionar sobre cómo experimentamos el tiempo en nuestra vida diaria y cómo esta percepción afecta nuestra comprensión del mundo. ¿Es el tiempo lineal, como lo concebimos en nuestra cultura, o es más bien cíclico y eterno, como sugieren algunas filosofías orientales?
De lo que queda duda es de que el tiempo existe. Solo basta con dejar cualquier fruta a la intemperie por varios días y su caducidad se hará notar.
O pensemos en el mismo tiempo de exilio de Zambrano, que se convirtió en una parte esencial de su identidad y de su obra, por su capacidad para fusionar la experiencia personal del exilio con cuestiones filosóficas universales, como la importancia de la libertad de pensamiento y expresión, así como de la resiliencia del espíritu humano ante la adversidad. En Zambrano, no nos queda duda, las ideas son asuntos de acentos, pausas, sonidos y otros manejos de la percepción y la valoración de lo que es visualmente agradable, armonioso o estilísticamente significativo, donde las palabras son versos que evocan imágenes y emociones mientras destripan la idea.
Todo un poema.
Pienso, tal vez, en un poema de Paul Celan. Pero extendido.
Los sueños y el tiempo de María Zambrano es un viaje filosófico y literario, una poética profunda que tal vez no nos convierta en filósofos ni en poetas, pero sí en mejores seres humanos.
En un mundo donde todas las verdades va caño abajo, conviene salir de las zonas de comodidad, aunque sea por un rato.
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